Continúa maltrato a los caballos en El Retiro

Por: Carlos Andrés Naranjo Sierra
En reiteradas ocasiones la comunidad animalista del municipio de El Retiro, en el departamento de Antioquia, se ha quejado por el trato al que suelen ser sometidos los caballos del pueblo. Muchos de éstos usados en las cabalgatas que se desarrollan en el municipio los fines de semana y en festividades. Falta de de techo para cubrirse del sol y la lluvia, falta de agua y de alimento, son algunas de los reclamos.

Los propietarios de los lotes y de los animales se han hecho los de la vista gorda y las autoridades municipales, encargadas de hacer cumplir la Ley 1774 de 2016 y el Acuerdo municipal 003 de 2015, impulsado por el concejal Santiago Montoya, se han visto cortas a pesar de los importantes avances en esterilizaciones de caninos y felinos. Lo cierto es que con respecto a los equinos aún falta mucho por hacer para hacer de El Retiro «un municipio de clase mundial», como pretende el plan estratégico de la Alcaldía.

Derechos de petición, quejas en la inspección de policía y reuniones con los funcionarios públicos han surtido poco efecto. entre otras cosas porque para algunos habitantes del municipio del oriente antioqueño, estas condiciones son normales para los caballos y hacen parte de su hábitat natural, sin otro fundamento científico que la tradición o la opinión del veterinario de turno. ¿Alguien podría confirmarlo?

Al respecto consultamos Jaime Taborda, experto en etología equina, quien nos respondió que en un medio salvaje no hay techo, evidentemente, pero que el caballo lo busca y se sirve de éste, por medio de árboles o grutas. En este caso es claro que los caballos están en un medio artificial creado por el hombre, que limita su movilidad a través de alambres de púas, lo que implica que debe proveerles también los recursos que no está en libertad de buscar como el agua, el alimento y el techo.

Pregunta etología equina a @jaimetabordag.

Algunos propietarios de caballos tiene la idea de que los equinos sólo son sus bienes muebles, no sintientes, y que las leyes de protección animal entorpecen el desarrollo de sus negocios de chalanería. No se les ocurre que la protección de los animales también redunda en una mejor condición física y anímica de sus caballos y en la posibilidad de que sus clientes se sientan más a gusto con sus servicios.

De momento los invitamos a seguir dando a conocer esta problemática en sus redes y comentándolo con sus amigos, en especial los amantes de las cabalgatas, pues ante la falta de sanción legal, nos queda el recurso, no menos valioso, de la sanción social. El mundo avanza y hoy tenemos el conocimiento, los recursos y la legislación para hacer mejor la vida de todos los animales, incluyendo al ser humano.

Despidiendo a Berta, una historia sobre la eutanasia de una perrita

Por: Carlos Andrés Naranjo Sierra
El mes pasado tuve que tomar la difícil decisión de despedirme de Berta, uno de los miembros de mi manada. Nunca me había enfrentado a eso. Lo que empezó como una clara dificultad para caminar y respirar, terminó por revelar que Berta padecía un agresivo hemangiosarcoma que avanzaba a pasos agigantados en su hígado, vaso y pulmones. No lo quería creer, debía tratarse de algún error en el diagnóstico y seguramente el problema era sólo articular. Los hechos terminaron por demostrarme la dura realidad.

Berta tenía un alma grande. Era más generosa que muchos perros. No le importaba mucho que le quitaran la comida o si un niño se le acostaba encima toda la tarde. Acompañaba gustosa a todo el mundo, en especial a mi padre y a los jornaleros que recogían el café en la finca de Fredonia. Pero además de eso, sonreía permanentemente. Era difícil verla sin sus ojos brillantes, la boca entreabierta y la cola moviéndose de un lado para otro. Era una perrita “buena gente”.

Pero ahora, cada día Berta sonreía menos. Su caminar lento y difícil se convirtió en una pausa permanente, hasta el punto de estar todo el día tendida de lado, sin fuerzas para comer, beber o levantarse para orinar o defecar. Trataba de imaginarme la incomodidad que le representaba aguantarse las ganas, pues ella siempre se negó a hacerlo dentro de la casa. Comencé a sacarla cargada afuera sin mucho resultado. Regresaba a la casa a seguir con su triste rutina de mirar la vida pasar de lado.

Su respiración comenzó a hacerse más rápida semana tras semana y a gemir por momentos. La medicación paliativa que habían indicado los veterinarios funcionaba un rato sí y otro no. Le había prometido a Berta, como se lo he prometido a todos mis perros y a mí mismo, que no sufriría más allá de lo necesario. Esa posición me tranquilizaba por momentos pero también me angustiaba saber cuándo sería aquel momento “más allá de lo necesario”.

La verdad, nunca lo supe. Al principio pensé que lo mejor sería terminar rápidamente con su dolor y evitar el riesgo de una hemorragia interna por la ruptura del vaso pero luego decidí que dejaría que la vida obrara por su cuenta y me diera una señal de cuándo era el momento. La señal nunca llegó. El dolor, aquel guardián implacable de la vida, comenzó a hacerse presente cada vez con más frecuencia e intensidad en mi perrita, pero nunca como una señal inequívoca del fin.

Berta nunca dejó de mover la cola cada vez que la llamaba por su nombre ni de mostrar interés por saludar las visitas, fueran animales humanos o no. Su llama simplemente se fue extinguiendo poco a poco hasta el día en que yo decidí dar el soplo final con la ayuda de Marta, una adorable médica veterinaria, que conocimos días antes, cuando llamaba de madrugada a todos los hospitales veterinarios cercanos, en busca de alguien que nos ayudara a aliviar sus pesares.

No tengo una fórmula ni mucho menos el criterio ético para determinar con total certeza si lo que hice estuvo bien o mal, o si me tardé mucho o poco. Sólo se que Berta, alma grande, descansó finalmente con la eutanasia. Aquel cuerpo tenso y ultrajado por el cáncer, finalmente se relajó y dejó en paz a la conciencia amorosa de mi amada perra. Yo cobré su vida antes de que el cáncer, cruel, presuntuoso y egoísta, terminara de devorarla por dentro.

Mientras en compañía de mi querida Girlesa enterraba su cadáver a la sombra de un árbol de café, pensaba en Berta pagando a Caronte, barquero del Hades, con tres galletas, su hermoso viaje al otro lado del río Aqueronte, alejándose en su barca mientras movía la cola y sonreía. ¡Gracias Berta por tu dulce compañía y buen viaje!

¿Cómo se cuándo ha llegado la hora?

A pesar de que parece que no hay fórmulas para saber cuándo despedirse, mientras atravesaba el oscuro valle de la muerte al lado de aquella perrita que encontré una mañana en el barrio Calasanz de Medellín caminando calle arriba y abajo en busca de un amo, Miguel, un médico veterinario y músico, me regaló un interesante texto para evaluar la calidad de vida de las mascotas, que quiero compartir con Ustedes, bajo la idea de que pueda ayudarle a alguien a decidir el camino que debe emprender, de cara a la despedida de un verdadero amigo, bien sea que ladre o que maulle.

Lo transcribo a continuación basado en la traducción libre del documento How do I know when it is the time? The Ohio State University Veterinary Medical Center.

¿Cómo se cuándo ha llegado la hora?
Evaluando el grado de calidad de vida de su mascota para tomar la decisión de terminar su vida

La decisión de realizar la eutanasia a su mascota puede ser una de las decisiones más dificiles que usted haya tomado. Algunas veces los animales de compañía son eutanasiados para minimizar el sufrimiento inecesario. La calidad de vida de los animales se define por su bienestar físico y mental en general, no sólo por un aspecto de su vida. La tabla que encontrará al final, intenta tener en cuenta todos los aspectos de la vida de su mascota pero es importante recordar que todas las mascotas son diferentes de modo que lo que puede considerarse una mala calidad de vida para una, puede ser diferente para otra.

Los valores más altos de esta tabla equivalen a una mejor calidad de vida. Esta tabla puede ayudarle a visualizar mejor el bienestar general de su mascota. En algunos casos incluso un solo elemento en el lado izquierdo de la gráfica (por ejemplo dolor) puede indicar una mala calidad de vida, aunque muchos de los otros elementos sigan siendo positivos. Algunos aspectos o síntomas de la lista se pueden considerar efectos secundarios de los tratamientos que su mascota está recibiendo. Es importante hablar de estos síntomas y efectos secundarios con su médico veterinario.

Preguntas para hacerse a usted mismo:

  • ¿Qué es lo más importante al considerar el tratamiento que finalizará la vida de mi mascota?
  • ¿Cuál es mi opinión acerca de la eutanasia?

Consideraría la eutanasia si algunas de las sigueintes cosas fueran ciertas acerca de mi mascota:

  • ¿Siente mucho dolor?
  • ¿Ya no puede orinar o defecar?
  • ¿Ha comenzado a tener convulsiones?
  • ¿Se ha vuelto incontrolablemente violenta o no es segura para los demás?
  • ¿Ha dejado de comer?
  • ¿No actúa como lo hacía normalmente?
  • ¿Tiene una condición que sólo empeorará con el tiempo?
  • ¿Limitaciones financieras dificultan el tratamiento?
  • ¿El cuidado paliativo ya no funciona o no es una opción?
  • ¿El equipo veterinario recomienda la eutanasia?
  • ¿El equipo veterinario recomienda la eutanasia pero los síntomas o situaciones que se enumeran anteriormente no están presentes?

¿Cómo sé cuándo ha llegado la hora?

  • Las siguientes herramientas le pueden ayudar a tomar la decisión de la eutanasia:
    Contar con la ayuda de su veterinario, ya que su veterinario no puede tomar la decisión por usted, es útil que él sepa que usted está considerando esta opción.
  • Recuerde cómo se veía y se comportaba su mascota antes de la enfermedad. A veces los cambios son graduales y por lo tanto diíciles de reconocer. Es recomendable mirar las fotos o videos de su mascota desde antes de la enfermedad.
  • Marcar los días buenos y los malos en un calendario (en ocasiones incluso podrá establecer la distinción de mañana, tarde y noche). Esto podría ser simple como una carita feliz o triste dependiendo de si es bueno o malo. Si los días malos empiezan a ser más que los buenos, puede ser el momento de considerar la eutanasia.
  • Escriba también una lista concreta de tres o cuatro cosas que a su mascota le gusta hacer y mirar cuando ya no sea capaz de disfrutar de éstas pues puede ser el momento de discutir sobre la eutanasia.

Tabla:

El cielo de los perros

Por: Carlos Andrés Naranjo Sierra
El famoso poeta chileno Pablo Neruda, seudónimo de Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto, fue, entre otras cosas, un amante consumado de los canes. Se sabe que en su finca de Michoacán, escribió el poema Un perro ha muerto luego la muerte de uno de sus perros, convirtiéndose en uno de los más famosos escritos para aquellos que despedimos a uno de nuestros amigos peludos.

Dice el poeta que en la mirada de un perro, podemos entender que hay algo en ellos que nunca encontraremos en un humano, pureza, dulzura y lealtad. Los que tenemos perros sabemos exactamente a qué se refería el Nobel de Literatura. En estos días que conmemoro un año de la muerte de Paco, mi labrador dorado, recuerdo su ojo, -sí, su ojo pues había perdido la vista por el otro luego de una agresiva otitis- su cola moviéndose y su danza honesta de un lado hacia otro para saludarme.

Estoy de acuerdo con Neruda cuando dice que los materialistas no creemos en el cielo prometido pero que debe existir algo parecido para nuestros amigos perrunos donde nos esperarán sonriendo con la cola y en el caso de Paco, seguramente con una pelota en la boca. Gracias a la vida por permitirme encontrarle, a él por enseñarme con paciencia a pesar de mis torpezas y por acompañarnos siempre con su alegría.

Un perro ha muerto

Mi perro ha muerto.
Lo enterré en el jardín
junto a una vieja máquina oxidada.

Allí, no más abajo,
ni más arriba,
se juntará conmigo alguna vez.
Ahora él ya se fue con su pelaje,
su mala educación, su nariz fría.
Y yo, materialista que no cree
en el celeste cielo prometido
para ningún humano,
para este perro o para todo perro
creo en el cielo, sí, creo en un cielo
donde yo no entraré, pero él me espera
ondulando su cola de abanico
para que yo al llegar tenga amistades.

Ay no diré la tristeza en la tierra
de no tenerlo más por compañero,
que para mí jamás fue un servidor.

Tuvo hacia mí la amistad de un erizo
que conservaba su soberanía,
la amistad de una estrella independiente
sin más intimidad que la precisa,
sin exageraciones:
no se trepaba sobre mi vestuario
llenándome de pelos o de sarna,
no se frotaba contra mi rodilla
como otros perros obsesos sexuales.
No, mi perro me miraba
dándome la atención que necesito,
la atención necesaria
para hacer comprender a un vanidoso
que siendo perro él,
con esos ojos, más puros que los míos,
perdía el tiempo, pero me miraba
con la mirada que me reservó
toda su dulce, su peluda vida,
su silenciosa vida,
cerca de mí, sin molestarme nunca,
y sin pedirme nada.

Ay cuántas veces quise tener cola
andando junto a él por las orillas
del mar, en el invierno de Isla Negra,
en la gran soledad: arriba el aire
traspasado de pájaros glaciales,
y mi perro brincando, hirsuto, lleno
de voltaje marino en movimiento:
mi perro vagabundo y olfatorio
enarbolando su cola dorada
frente a frente al Océano y su espuma.

Alegre, alegre, alegre
como los perros saben ser felices,
sin nada más, con el absolutismo
de la naturaleza descarada.

No hay adiós a mi perro que se ha muerto.
Y no hay ni hubo mentira entre nosotros.

Ya se fue y lo enterré, y eso era todo.

Pablo Neruda, 1974.

Breves reflexiones sobre el linchamiento del toro en las corralejas de Turbaco


Por: Carlos Andrés Naranjo Sierra
El sábado en la noche me encontré con la noticia del brutal linchamiento a cuchillo, piedra y pata, de uno de los toros que se entregan al público, para su impúdica diversión, durante las corralejas del municipio de Turbaco en el departamento de Bolívar en Colombia. En el vídeo compartido en las redes sociales, se ve como el animal cae a la arena mientras una docena de hombres se acercan para agredirlo hasta causarle la muerte, al tiempo que desde las tribunas muchos celebran el deplorable espectáculo. Luego del fin de semana, los noticieros y programas de opinión han amanecido con el tema en primera plana.

Tomando el toro por los cuernos

El que este tipo de actos se conviertan en noticia, de por sí ya representa un avance moral de nuestra sociedad. Hace tan sólo una década, este tipo de sucesos ocupaban, si mucho, algún comentario al margen de los medios nacionales de comunicación. Por supuesto que esto no es suficiente para combatir la barbarie pero es el primer paso. Incluso algunas personas comenzaron a quejarse con la Fabrica de Licores de Antioquia pues una de sus marcas apareció en la noticia que inicialmente compartió BluRadio en su sitio web, aunque después se confirmó que correspondía a un evento y momento diferente. Pero más allá del error en la foto, lo anterior demuestra que también hemos comenzado a ejercer nuestro poder como consumidores.

El asunto moral y cultural

Algunos medios se han limitado hoy a denunciar el hecho pero otros han ido más allá y han puesto a su panel de trabajo a reflexionar sobre las manifestaciones culturales, la violencia, la ley y las tradiciones, llegando al tema inevitable de las corridas de toros. ¿Una tradición es valiosa por sí misma? ¿Se debe permitir el maltrato animal en ciertos casos? ¿Se deben respetar estas manifestaciones en aras de las libertades individuales? En los artículos Una propuesta contra la Feria Taurina: la feria de la vida y Las corridas ayudan a El Hospital tanto como fumar y beber ayudan a la salud, ya había reflexionado un poco al rededor del tema pero vale la ocasión para retomar algunos puntos importantes.

La tradición por la tradición

Lo primero que quisiera decir es que si una tradición se estanca, la cultura no avanza. Era una tradición la esclavitud y hoy lo es la ablación en algunas comunidades indígenas. También hay que reflexionar sobre el tema del maltrato animal en casos como las cabalgatas, los circos o las atracciones turísticas. Se argumenta que muchas personas viven de éstas actividades pero igual lo hacen los traficantes y los proxenetas y ésto no hace que dejemos de combatirlos. ¿Qué uno es legal y el otro no? Entonces volvemos al primer punto sobre la ley y las tradiciones.

Libertad para maltratar

Otro argumento consiste en afirmar que comenzar a transitar por el camino de la prohibición de este tipo de actividades culturales, terminará por llevarnos a proscribir un sinnúmero de manifestaciones culturales y libertades individuales. Este argumento parece olvidar que la libertad propia se ve limitada necesariamente por la libertad ajena (¿o acaso dejamos en libertad de hacer sus deseos a los sadomasoquistas?) y que el animal maltratado trata de pelear, huir, paralizarse o someterse como una forma de acabar con el martirio al que está siendo sometido. Es decir, no lo disfruta como insinúan algunos taurinos.

Para finalizar quisiera decir que a pesar del lamentable hecho de Turbaco, me parecen más graves las corridas de toros pues en éstas hay premeditación para dar muerte al toro mientras que en el caso de las corralejas no. Esto no disminuye la gravedad de lo ocurrido en Turbaco pero si marca una diferencia significativa en el hecho, de la misma manera que no es lo mismo un homicidio culposo que uno doloso. Lo ocurrido en Turbaco no debe volver a suceder pero aún menos lo que seguimos viendo todos los años en La Macarena, en Cañaveralejo y en muchos otras plazas de toros. El dolor no debe ser motivo de celebración.