¿Por qué es mejor educar que adiestrar a tu perro?

A diferencia del adiestramiento, la educación canina consiste en ayudar al animal a adaptarse al entorno en el que vive; enseñándole cómo relacionarse con humanos, con el resto de perros u otros animales y, por supuesto, con los miembros de la familia. Mientras que el adiestramiento se basa casi exclusivamente en las necesidades y deseos de su responsable o propietario.

Cuando se trata de convivir con un perro, muchas personas se preguntan si deberían enfocarse en adiestrarlo o educarlo. Aunque estos términos a menudo se usan indistintamente, en realidad tienen significados distintos y objetivos específicos. En este artículo, exploraremos las diferencias entre adiestrar y educar a un perro, y cómo cuál enfoque beneficiar a tu animal de compañía y a tu hogar.

¿Qué es adiestrar a un perro?

Adiestrar a un perro se refiere a enseñarle comportamientos específicos y habilidades mediante comandos y repetición. Condicionamiento operante es el término académico y fue desarrollado por la psicología conductista desde principios del siglo XX. Este proceso a menudo se centra en la obediencia y en la capacidad del perro para realizar tareas concretas.

Características del adiestramiento:

  1. Comandos Básicos: Sentarse, quedarse, venir, y caminar junto son ejemplos de comandos que un perro aprende a través del adiestramiento.
  2. Repetición y Recompensa: El adiestramiento se basa en la repetición y el uso de recompensas, como golosinas o elogios, para reforzar el comportamiento deseado.
  3. Obediencia: El objetivo principal es lograr que el perro responda de manera fiable a los comandos del dueño.
  4. Tareas Específicas: Además de los comandos básicos, el adiestramiento puede incluir habilidades más avanzadas, como buscar objetos, realizar trucos, o incluso labores especializadas como el rescate o el trabajo policial.

¿Qué es educar a un Perro?

Educar a un perro va más allá de enseñar comandos específicos; se trata de entender y moldear el comportamiento general del perro para buscar su adaptación al entorno humano. La educación canina abarca la socialización, la integración en la familia, y el desarrollo de hábitos saludables.

Educar y adiestrar son cosas muy distintas. Mientras que el adiestramiento busca satisfacer al dueño, intentando que el animal haga lo que él quiere o le hace gracia, aún a costa de su bienestar físico y mental, la educación canina trata de tener en cuenta las necesidades del animal y su relación con el entorno.

Educar a un perro busca precisamente lograr que el animal de compañía se encuentre lo más a gusto posible, integrándolo en la unidad familiar y en el entorno en el que le ha tocado vivir.

Características de la educación:

  1. Socialización: Involucra exponer al perro a diferentes personas, animales y entornos para que se sienta cómodo y seguro en diversas situaciones.
  2. Modales y conducta: Enseñar al perro a comportarse adecuadamente en casa y en público, como no saltar sobre las personas, no ladrar en exceso, y respetar los espacios.
  3. Hábitos de vida: Incluir hábitos como hacer sus necesidades en el lugar correcto, no morder objetos inapropiados, y aprender a quedarse solo en casa sin ansiedad.
  4. Integración familiar: La educación busca que el perro sea un miembro equilibrado y feliz de la familia, entendiendo y respetando las reglas del hogar.

Si bien es cierto que en ocasiones es necesario que el animal aprenda comandos y tareas, como los perros antidrogas o de asistencia, esta suele ser la excepción y no la regla. Si de verdad estás buscando el bienestar de tu perro, y el tuyo mismo, es mejor considerar la educación sobre el adiestramiento.

Consejos para educar a tu perro

  1. Paciencia y Consistencia: Ambos procesos requieren tiempo y repetición. Sé paciente y constante en tus métodos.
  2. Refuerzo Positivo: Utiliza recompensas para motivar a tu perro, ya sea durante el adiestramiento de comandos o al fomentar buenos hábitos.
  3. Empieza Temprano: Tanto la educación como el adiestramiento son más fáciles si se comienzan desde cachorros, aunque los perros adultos también pueden aprender.
  4. Busca Ayuda Profesional: Si tienes dificultades, no dudes en buscar la ayuda de un adiestrador profesional o un educador canino.

En conclusión, entender la diferencia entre adiestrar y educar a un perro te permitirá abordar de manera más efectiva las necesidades de tu canino. Para ello requerirás de mucha paciencia, comprensión, tiempo y esfuerzo. En DOCTOR PULGAS estamos para acompañarte en la educación de tu perro con nuestros artículos y publicaciones al respecto. No dejes de leer más al respecto en nuestro sitio web y redes sociales.

Konrad Lorenz y su influencia en el origen de la Etología

La etología, una rama de la biología que estudia el comportamiento animal en su ambiente natural, ha sido moldeada y enriquecida por numerosos científicos a lo largo de la historia. Uno de los nombres más destacados en este campo es el de Konrad Lorenz, cuyas contribuciones han dejado una marca indeleble en nuestra comprensión del comportamiento animal.

¿Quién fue Konrad Lorenz?

Konrad Lorenz (1903-1989) fue un etólogo austríaco pionero en el estudio del comportamiento animal. Nacido en Viena, Austria, Lorenz desarrolló un profundo interés por la observación de animales desde una edad temprana. Su pasión lo llevó a estudiar medicina y zoología en la Universidad de Viena, donde más tarde se convirtió en profesor.

La Etología y el Impacto de Lorenz

Lorenz es reconocido principalmente por su trabajo en el campo de la etología, especialmente por su investigación pionera sobre la impronta y la agresión en los animales. Su estudio sobre la impronta, el proceso mediante el cual los animales jóvenes establecen un fuerte vínculo con la primera figura que encuentran, arrojó luz sobre los mecanismos del comportamiento instintivo y la formación de lazos sociales.

Uno de los experimentos más famosos de Lorenz fue su trabajo con gansos, donde demostró cómo los gansos jóvenes imprimen en la primera figura que ven después de salir del huevo, lo que a menudo resulta en una conexión emocional duradera. Este descubrimiento no solo contribuyó al entendimiento de la conducta animal, sino que también tuvo implicaciones profundas en el estudio de la psicología del apego en humanos.

Además de sus investigaciones sobre la impronta, Lorenz también exploró el comportamiento agresivo en animales, observando patrones de agresión en especies como los peces, aves y mamíferos. Sus estudios sobre la agresión innata y aprendida proporcionaron una comprensión más profunda de cómo los animales compiten por recursos y territorio, así como las formas en que la agresión puede ser modulada por el entorno y la experiencia.

Conclusiones

En resumen, Konrad Lorenz fue un pionero en el campo de la etología cuyas investigaciones sobre la impronta y la agresión han dejado una marca perdurable en nuestra comprensión del comportamiento animal. A través de sus experimentos innovadores y observaciones meticulosas, Lorenz abrió nuevas perspectivas en el estudio de cómo los animales interactúan con su entorno y entre ellos. A pesar de las controversias en torno a su vida personal, su legado científico perdura como un testimonio de su dedicación y pasión por la exploración del mundo natural.

Ágatha, el animal feroz

Por: Carlos Andrés Naranjo Sierra

“El día 20 de junio del año 2023 se expide notificación policiva por comportamientos que ponen en riesgo la convivencia por tenencia de animales”, decía el papel que me estregaba el mensajero de la Inspección de la Alcaldía de El Retiro y continuaba: “Dejar deambular semovientes, animales feroces o dañinos, en espacio público y privado, lugar abierto al público o medio de transporte público, sin las debidas medidas de seguridad”. Se trataba de una citación a la Inspección de policía por una queja de Luisa Fernanda López Carmona y Daniel González Diez, vecinos de mi finca B-612 en El Retiro. ¿Qué podía ser? Ninguno de mis animales obedecía a esa descripción.

Cinco días antes, Andrés Felipe Buriticá, veterinario de la Inspección, había realizado una visita, que solicité, a la finca de de Luisa López, para que se verificara el comportamiento de sus perros y el cerramiento del lindero. En febrero sus perros habían pasado a nuestra propiedad y habían atacado a Tina y Lupe, mis perras, dejando a esta última con una herida en el ojo izquierdo que por poco le cuesta la vista, y en días recientes había sucedido otro insuceso con Ágatha, nuestra gata, que aún no logro explicar. Como tampoco logro explicar la actitud de Buriticá, que le indicó a la vecina cómo poner la denuncia contra nosotros, según relataría ella misma posteriormente. Como preámbulo a lo que sucedería, el antidúo López González nos colocó, esa misma noche, música estridente a alto volumen por horas. Cristóbal, nuestro hijo de un año, por fortuna, no tuvo problema para conciliar el sueño.

La citación era entonces, sin duda, una recriminación a esa visita del veterinario. Quería dejarnos claro que nadie se metía con “la propietaria”. Tres años antes había llegado a vivir a Samarkanda, la pequeña parcelación donde vivo con mi esposa, nuestro bebé, nuestras perras y nuestra gata, anunciando que era “la nueva propietaria” de la finca. Finca que anteriormente había ocupado su prima Ana María López (la misma de “No tengo los teléfonos de esas personas y si los necesita que sea la Fiscalía la que los consiga» en #YoTambién, defendiendo el honor de una burrita) y su esposo Luis Carlos Toro, ambos profesores universitarios, y con quienes ya había tenido una serie de desencuentros por la utilización de mi lote como destino inautorizado sus movimientos de tierra que se pusieron en conocimiento de las autoridades, pero ante los que pasó poco o nada. También, curiosamente, la nueva “propietaria” había comprado el vehículo del papá de su prima, en lo que parecía más un encargo de cuidado de bienes que una transacción de compraventa.

De modo que la presencia de Luisa López no parecía augurar buenas nuevas, aunque traté de mantener la cordialidad, a pesar de las dificultades que entrañaban sus permanentes reclamos por cualquier motivo y, ante todo, su actitud entre pendenciera y acomplejada, una rara combinación que sólo podía explicarse por la inseguridad que puede sentir alguien ante lo que no está seguro de poseer. La nueva vecina había llegado a vivir con un hombre llamado Daniel, del cual no teníamos mayor información que verlo trabajar en la finca, como una especie de mayordomo. Nunca se refería a él o a “nuestra propiedad”. No hablaba en plural para referirse a nada de lo que les sucedía, a pesar de que era claro que había convivido con Daniel por más de tres años. Ni siquiera un asunto tan sencillo como el nombre de la red Wi-Fi poseía un asomo de mutualidad: Red Luisalopez, a secas.

El suceso con Ágatha había desbordado mi paciencia con ella. La mañana del 5 de junio me había levantado, como de costumbre, a preparar el tetero de Cristóbal cuando, de repente, escuché unos gritos y ladridos que proveían de la propiedad que habitaban Luisa y Daniel. Al asomarme por la ventana para ver qué sucedía, vi que lanzaban a un gato hacia nuestra finca, por encima del alambrado. ¿Sería Ágatha? me pregunté asustado, mientras ellos corrían hacia el interior de la casa. ¡Ana, Ana! comencé a gritar, en un lapsus que se ha hecho frecuente, con el nombre de su prima, corregí de inmediato el nombre y pregunté a viva voz que había pasado ¡Luisa, Luisa!. Nadie respondía. Grité más fuerte y Luisa finalmente respondió con su frase favorita: “todo lo que se, es que un gato ingresó a mi propiedad” y luego se escondió.

Marqué por teléfono para saber si se trataba de Ágatha pero “la propietaria” no contestaba. De modo que volví a gritar: ¡Luisa, contesta el teléfono por favor!, después de varias llamadas se dignó a tomar el teléfono para decirme que no sabía lo que había pasado y que era Daniel el que había visto el suceso. Le pedí entonces que me comunicara con él para saber si se trataba de nuestra gata, a lo que respondió que Daniel tenía sangre y que ya tenía que irse a trabajar ¿¡Sangre!? ¿Era de él o de la gata? ¿Daniel estaba bien? ¡Necesito saber si Ágatha está herida! supliqué, pero no hubo poder humano que nos permitiera saber la suerte que estaba corriendo nuestra querida gata. Después de decirme que le parecía muy fastidioso, “la propietaria” me colgó.

Comenzamos a llamar a Ágatha entre todos a viva voz. Laura salió con Cristobal, en brazos, a llamarla junto con él, que balbuceaba “a-ta, a-ta” infructuosamente. Claro, los gatos cuando se sienten en peligro se esconden por horas o días. Me preocupaba mucho saber si estaba herida y si ese tiempo que estaba pasando sería crucial para su vida. Me puse botas, recorrí el espacio por donde la habían tirado, maullando y repitiendo su nombre sin rastro alguno. Regresé a la casa, puse un mensaje en el chat de vecinos y luego pasé la cerca hacia otra propiedad que estaba abandonada, para ver si la encontraba. Todo fue en vano. Ágatha no aparecía, finalmente sabía que sí era ella pues Daniel respondió en el chat confirmando. Le pregunté si estaba bien y si sabía cómo estaba Ágatha, pero el silencio reinó por el día completo.

Por la noche regresó, al fin, Ágatha asustada, con una herida en la cara, que mostraba el mismo patrón de ataque que había sufrido Lupe meses atrás. Luisa y Daniel debieron verlo, era difícil pensar que no habían presenciado el ataque, mientras regañaban a gritos a sus perros y le quitaban a la gata de sus fauces. Pero, claro, prefirieron callar con la esperanza de que no nos enteráramos, seguramente para no tener que volver a responder, como lo hicieron ante las evidencias del ataque contra Lupe, pero las cosas se habían salido de control, pues yo me había dado cuenta del alboroto. Ahora, querían arreglarlo con un contraataque, con una citación en la inspección de Policía, alegando que era Daniel quien había sufrido serias lesiones en su mano (tengo la impresión de que estrenó cabestrillo rumbo a la inspección) y exigió que debíamos darle dinero por su supuesta incapacidad laboral, bajo el argumento de que Ágatha era un animal feroz que habíamos dejado suelto a mansalva.

Sí, ese mismo animal feroz que duerme en la misma cama con nuestro bebé, que se deja cortar las uñas más fácil que Tina y Lupe y que se esconde en el clóset tan pronto llega una visita, para luego salir a saludarla sentada en su regazo. El inspector José David Agudelo y su asistente de amabilidad fingida, Tatiana Osorio, se encargaron de hacerme firmar un documento en el que debía comprometerme a cercar los puntos críticos del margen entre las dos fincas y a vigilar que mis perras no salieran a saludarme por más de unos cuantos minutos, para no perturbar a la convivencia con los vecinos. Así lo hicimos, no queremos que un animal feroz como nuestra gata, vuela a pasarse a atacar a sus perros y poner en riesgo la integridad de «la propietaria».

Napa: Al final de la audiencia le manifesté al Inspector mi preocupación por el bienestar físico y emocional de otra vecina, cuyo esposo parece mantenerla alejada de todo contacto. Podía ser solo una impresión pero le dije que era mejor comprobar que fuera su voluntad y no la de su marido. Me dijo que sin pruebas no había nada que hacer. Me pareció curiosa su respuesta pues solo con el testimonio de una vecina, sobre una supuesta gata que atacaba perros y humanos, se abrió este proceso, en el que se me advirtió desde la citación que «se darían por ciertos los hechos» si no me presentaba, aún sin pruebas.

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