«Lola, Tina y Paco son excelentes vecinos»: Julio Pinilla


Por: Carlos Andrés Naranjo-Sierra
Mejor que la palabrería, son los testimonios. Recientemente y debido a nuestra denuncia sobre la condición en la que se encontraba Yoko o la vida de un perro amarrado a un cable, y nuestra carta al inspector de Santa Elena para que estuviera al tanto de este tema y le dejé copia personalmente al sujeto sujetante de Yoko, Juan José Hincapié Gallego. Este al enterarse vociferó, busco apoyo de los medios locales a escondidas y envío otra carta al inspector, suponemos redactada por el amigo abogado que le lleva otro pleito contra su primo materno y habitante del sector, pues no encuentro otro motivo para entender la rasa ignorancia que demuestra en datos, fechas y nombres, mientras afirma que el problema son mis perros.

Lola, Tina, Paco y yo, vivimos hace poco más de un año en una pequeña finca en la que tenemos al frente a los propietarios de Yoko y al lado a Julio Pinilla, nuestro querido vecino amante de los gatos y que adoptó por un tiempo a La Gorda Bella. El resto son cultivos de papa y flores. No soy dueño de Cánelot, no Camelot como dice el sujeto sujetante, mi perra pequeña no se llama Violeta sino Valentina, no tengo influencias políticas pues de otro modo no habría denunciado por los canales oficiales y no le hubieran dejado el perro bajo supervisión luego de la visita de la Inspección Ambiental y por último, mis perros no hacen daños como lo afirma este video del único vecino que tenemos, diferente al hogar del sujeto Hincapié Gallego.

El domingo pasado Julio perdió a Iris, la gata que le quedaba. Vaca, su otra gata, había muerto el año pasado en confusos hechos. «Yo a Iris la recogí en Castilla y la tenía hace cuatro años» nos cuenta Julio con un nudo en la garganta. «Antier que llegué la encontré muerta». Al parecer ingirió de las trampas con veneno que coloca un vecino del sector, familiar del vecino de enfrente, para matar las zarigüeyas y demás animales campestres que se acercan a sus cultivos. Este veneno ya había tenido a punto de cruzar la línea entre la vida y la muerte a La Gorda Bella pero salió airosa con su paso de Bulldog: lento y seguro.

En este video Julio nos cuenta su relación de convivencia con la manada que conformamos mis perros y yo, sobre la que afirma «Yo vivo aquí hace dos años y medio. Conozco a Lola, Paco y Tina. Son perros muy dóciles, no hacen daños, son supremamente cariñosos».  De hecho, con ellos sucede algo maravilloso, a pesar de no haber vivido conmigo en su infancia, ya que son adoptados (incluso con Tina que tiene menos de 5 meses), han aprendido a esperarme solos en la finca sin tener que estar amarrados como Yoko.

En una reciente entrevista con Eduardo Punset, la experta en comportamiento animal Marian Stamp-Dawkins afirma sobre el bienestar animal: «Debemos tener en cuenta de algún modo no solo lo que hace que estén sanos, sino lo que quieren. ¿Quieren tener más espacio, quieren estar juntos, quieren estar separados, qué tipo de alimento prefieren? También debemos entender este tipo de cosas». Y más teniendo en cuenta la brevedad de la vida de un perro. Como dice Julio Pinilla al final: «la vida es prestada».

Concurso de Disfraces Doctor Pulgas


Si señores, si eres de los que les gusta compartir la celebración de Halloween con tu mascota, en DOCTOR PULGAS te invitamos a que te diviertas compartiendo la foto de tu mascota disfrazada en nuestra página de Facebook. Por supuesto, el disfraz no debe afectar a tu perro o tu gato y debe ser una broma inocente para que todos los miembros de la familia, incluidos los que caminan en cuatro patas, participen de esta fecha.

Participar es muy fácil. Tómate una foto con tu mascota disfrazada en nuestro local de Llanogrande o sostén en alguna parte del encuadre un letrero que diga Me Gusta DOCTOR PULGAS. Compártela de manera pública en nuestra Brand Page para que todos podamos verla y divertirnos observando tu ingenio y la pertinencia del atuendo. Los disfrazados pueden ser tú y tu perro o tu gato o solo el perro o el gato. El disfraz con la mejor foto será premiado con productos Doctor Pulgas, así pues que ¡triqui triqui Halloween!

Yoko o la vida de un perro amarrado a un cable

Por: Carlos Andrés Naranjo-Sierra
Es cierto, no soy objetivo con Yoko (tiene el nombre de la esposa de Lennon pero es macho y lo escriben como Yocko). Es mi vecino y lo quiero. Me produce tristeza verlo amarrado a un cable todos los días, de día y de noche, mientras duerme en una casita abierta en el gélido clima de Santa Elena, que en las noches alcanza temperaturas cercanas a los 4°C. Como dice Antoine de Saint-Exupéry en El Principito, nos hacemos responsables de aquello que domesticamos pero en este caso es más este hermoso labrador chocolate el que nos ha domesticado a nosotros; a mi manada conformada por tres hermosos canes y un poco agraciado Homo sapiens.

Lo conocimos hace poco más de un año. Lola y Paco, mis perros, se acercaban a él con curiosidad. Su ternura fue terapéutica para que Paco, que había padecido el mismo suplicio de vivir amarrado, como lo revela una cicatriz en su cuello, se relacionase mejor con otros perros machos. Yoko nunca intentó morder a Paco cuando se le subía en señal de dominancia, ni a Lola que siempre procuraba controlar todos los movimientos de la manada como hembra Alfa que es. Nadie puede moverse sin su autorización.

Yoko sufre con frecuencia de traqueitis, según diagnóstico médico, debido al collar de cuello y al frío de la zona. Adicionalmente mantiene la piel reseca y una alergia permanente que lo obliga a rascarse cada cinco minutos. Hablé con sus amos para que cambiaran su collar por un arnés y mirar si era posible dejarlo dormir dentro de la casa. Así fue hasta que tuvieron un bebé que desarrolló una alergia la cual fue achacada por descarte a nuestro amigo color chocolate. De modo que Yoko debió regresar al cielo abierto de la noche elena.

Sus amos son Juan José y Marcela, primos casados que viven al frente de mi finca. Juan José es un joven con un cargo ejecutivo medio en la Cámara de Comercio del Aburrá Sur. Lo suficientemente medio para tener que salir a trabajar muy temprano en las mañanas y regresar ya entrada la noche, Marcela viaja con él todos los días a ganarse la vida en el departamento contable de una conocida promotora famiempresarial. Así que Yoko se queda solo todo el día a la espera del regreso de ellos. Solo lo sueltan 5 minutos en la mañana y en las noches para que vaya a hacer sus necesidades fisiológicas y luego lo llaman con un silbato.

Les pregunté por qué lo mantenían amarrado y me contaron que se volaba al parque de Santa Elena a pedir comida en los restaurantes. Con mis iniciales conocimientos de etología les recomendé que lo castraran y me ofrecí para sacarlo a pasear con mis perros y darle comida a otras horas menos extremas para procurar que se mantuviera en el mismo sitio. Marcela asintió agradecida pero dijo que a Juan no le gustaba la idea de castrar el perro. Finalmente lo castrarían por el escozor que le producía a Juan verlo subírsele a otros machos.

Abrimos de inmediato un nuevo espacio para Yoko en la manada, saliendo a pasear con él y dándole de la comida de mis perros, ya que después de algunos días de alimentarlo con la comida que dejaban Juan y Marcela, donde la misma Marcela nos indicó, Juan decidió guardarla. Supongo que creía que tomábamos de esa misma comida para Lola y Paco, alterando así sus estrechas finanzas para pagar un nuevo carro. Sin embargo el plan comenzó a funcionar y Yoko disminuyó sus visitas al parque, donde en ocasiones los buses lo lastimaban por atravesarse en la vía.

¿Y dónde esta Yoko? Preguntaba yo a veces al no verlo amarrado. Marcela compungida me contaba que Juan había decidido castigarlo, lo que sucede aún con frecuencia, dejándolo encerrado en una habitación de la casa. Le expliqué que el perro no entendía ese tipo de condicionamiento pero al parecer mucho menos lo entiende Juan. Su formación de hombre de campo se sintoniza con la idea de que para ser hombre es menester ser autoritario, alzar la voz, poner cara tozuda y demostrar que genera subordinación. En este caso con Yoko, que solo puede agachar la cabeza y mover la cola, y su esposa Marcela que abnegadamente respeta sus decisiones.

Esta semana mientras trabajaba en la tarde en mi finca, en la fabulosa compañía de Lola, Tina (una nueva integrante made in Boyacá), Paco, Rocky (una hermosa mezcla de Pastor Alemán y Rottweiler) y por supuesto Yoko, me sobresaltaron los gritos de Juan llamando por teléfono a preguntar quién había soltado su perro. Salí de inmediato y le dije que era yo el responsable. Me increpó diciendo que no volviera a tocar su perro y que dejara de tomarme atribuciones que no me correspondían. Le recordé que había sido Marcela la que nos había autorizado y que ella también era dueña. Supongo que poco le importó. Fue y amarró de nuevo a Yoko que debió pasar de nuevo la noche en compañía de la lluvia.

Ya puse la denuncia ante las autoridades competentes, y aunque no tengo mucha esperanza de que las cosas cambien, por algo se empieza. ¿Que por qué no vamos a rescatar a otros perros que están peor y dejamos de ser metidos? Me increpa la mamá de Juan desde la casa mientras me amenaza con que no puedo volver a pisar la finca de su hijo para darle galletas al perro. Y la verdad es que sí rescatamos a otros perros y gatos en peores situaciones gracias al amor de la Fundación Cánelot y mi amiga Mónika Cuartas, pero en el caso de Yoko no soy objetivo, y no pretendo serlo, es cierto. Ver galería de fotos en Facebook