Junior: cuando el amor y la paciencia pueden salvar a un perro


Por. Carlos Andrés Naranjo-Sierra
«Ese perro es como un león», le dijo el trabajador del albergue a Mónika. Llegó con una gruesa cadena amarrada por un candado y había que tirarle la comida. Su breve historia es esta: Junior vivía con una familia en el municipio antioqueño de La Ceja, y un día después de que uno de los sus amos lo golpeara, el can le arrancó la pantorrilla de la pierna derecha de un mordisco. La policía se lo llevó para el albergue municipal y hasta allí fue a buscarlo de nuevo su victimario.

El señor pidió que el perro fuera sacrificado y ante la negativa del albergue, amenazó con envenenar a todos los perros. La administradora del olvidado albergue de La Ceja localizó a Mónika Cuartas, directora de la Fundación Cánelot, y le pidió que lo recibiera para evitar más conflictos y poner en riesgo a los demás perros, y pesar de que Cánelot no acostumbra recibir perros adicionales, en este caso la excepción primó y fue recibido.

No ha sido fácil y hoy, después de casi dos años, ya recibe a algunos humanos y a algunos congéneres en su perrera. El perro se deja acariciar y ya se le puede dar la comida como a los demás canelotienses. Algo de su agresividad posiblemente le viene de nacimiento, y otra parte seguramente de su ambiente, pero lo que es un hecho es que la paciencia y el amor con Junior son la muestra de que, algunas veces, la muerte no es la única solución.